Muy buenas tardes. Debo decir que la estabilidad que siento estos días es tan agradable. El equilibrio, algo tan básico e importante, es difícil de conseguir.
Es muy difícil de alcanzar, sobre todo cuando estamos heridos, ya sea física o mentalmente. Ese balance que deberían tener el cuerpo, la mente y el alma no todos lo logramos, y menos con una continuidad absoluta. Pero, como mencioné anteriormente, estando heridos es muy complicado alcanzar ese estado. Desde mi punto de vista, hay dos tipos de heridas: las bruscas y las constantes.
Un ejemplo de una herida brusca, a nivel físico, sería una pierna quebrada. Por otro lado, una herida constante sería como en el caso de las personas que entrenan el arte marcial Muay Thai, quienes generan microfisuras en las tibias para endurecerlas y soportar golpes más fuertes.
Un paralelismo con las heridas emocionales bruscas y constantes sería, para las bruscas, un abuso o algún evento traumático importante; en cambio, para las constantes, sería ser menospreciado por los padres a lo largo de la vida de una persona o una gran exigencia a nivel de logros por parte de ellos.
La pierna quebrada puede curarse con tratamiento y tiempo, pero si no lo hacemos, no podremos volver a caminar. Lo mismo sucede con la parte emocional: si no sanamos esa herida emocional, jamás lograremos estar en paz y equilibrio. Sin embargo, con un tratamiento adecuado y bien realizado, podemos sanar. Claro, quedará una cicatriz, pero será posible convivir con ella.
Las microfisuras se "curarán" solas y serán heridas menos evidentes, incluso suelen ser subestimadas. Aun así, podemos caminar sin necesidad de realizar algún tratamiento. Lo mismo ocurre con las heridas emocionales constantes: son pequeñas y se pueden ignorar; la vida sigue.
Los artistas marciales realizan este tipo de "heridas" de forma intencionada con el objetivo de obtener un beneficio: no sentir dolor y tener una tibia más resistente. Sin embargo, en el caso de las heridas emocionales, no es algo intencionado, es algo que simplemente sucede. Aunque los artistas marciales "ganan" algo, no siempre son conscientes de lo que pierden. Al generar estas lesiones, no solo dañan la parte ósea, sino también los nervios, lo que provoca que no sientan dolor, pero, como contrapartida, tampoco podrán experimentar sensaciones más agradables, como una caricia o la brisa recorriendo sus piernas.
En el ámbito emocional ocurre algo similar. Con el tiempo, una persona puede volverse más dura, lo que le permite tolerar situaciones dolorosas de mayor intensidad que el resto. Sin embargo, como sucede con los artistas marciales, también hay algo que se pierde. Ese algo es la capacidad amorosa: normalmente, la persona se cierra y desarrolla una especie de caparazón a su alrededor, diseñado para protegerse de lo malo, pero que también impide disfrutar de lo bueno.
En la mayoría de los casos, estas microheridas pasan desapercibidas. La persona vive con ellas sin darles importancia, sin buscar tratamiento o ayuda, porque no ha experimentado un evento traumático explícito. La rutina y la cotidianidad suelen bloquear su capacidad de reconocer esas pequeñas heridas emocionales. Por eso, la salud mental es tan importante. Aunque creamos que las cosas no nos afectan, no es del todo cierto; siempre hay algo que resolver o algo que "curar".
Buscar ayuda no nos hace menos ni débiles, ya sea a través de una charla con un amigo que nos escuche o mediante la guía de un profesional que nos brinde una terapia adecuada. La idea es simple: sentirnos mejor y disfrutar de esto que llamamos "vida" de la mejor manera posible.
¡Buenas tardes! ¡Buena vida! ¡Buen pensamiento!
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